sábado, 19 de mayo de 2018

Piedras en el camino


En casi todo el Bosque Rebelde nevó siete días y cincuenta y ocho minutos. Y digo ¨en casi todo el Bosque Rebelde¨, porque en la otra parte, más allá, no nevó.

Salí a caminar y me crucé con una piedra rebelde. Yo andaba distraída, entonces tropecé y me caí.

Como nevaba tanto, la piedra se enroscó en la nieve y se hizo muy grande.
Entonces la miré fijamente, y como entorpecía mi camino, empecé a empujarla hasta correrla. Era  pesada y molesta. Me enojé mucho. Lo raro es que cuanto más enojada yo estaba, más piedras iban apareciendo. Parecía que lo hacían a propósito.

Tratar de entender cuál era el mensaje que esta piedra molesta quería darme, no fue fácil. Por lo pronto, el frío y la nieve hacían que mis huesos se congelen (y las piedras se multipliquen)
Cuanto más me empecinaba en esquivarlas, más aparecían, y más me enojaban, y así sucesivamente. O sea, era un círculo del que no podía escapar ni aunque me lo propusiera durante un milenio.

Esperé a que el sol me ayude a salir de este problema, es decir, que él derrita la nieve que se enroscó en esas piedras (volverían a ser chiquitas y sería más fácil esquivarlas.)
Pensé y pensé esa solución, una y otra vez...
Pero esperé sentada, porque parada, ya me había cansado.
El sol, ni se asomaba, o si lo hacía, se escondía a propósito, sin ánimo de ayudarme.
Mi enojo aumentaba.
Y las piedras, también.

Me dio sueño el hecho de pensar y pensar en buscar otra solución.
Me dormí casi por treinta y siete minutos. Y soñé que todas esas piedras me recordaban a una persona que hace unos años atrás conocí en una ciudad de Terralandia. Esa persona tenía justo todas las características que enojarían a cualquiera. No es que fuese mala, sólo era un poco (o bastante) molesta.
Y en medio de mi sueño pensé que esa persona era así a propósito, porque había elegido ser tan molesta como las piedras del camino, todo para que el resto de la gente (sí o sí) no pueda esquivarla.
¿Por qué elige ser tan molesta? (Pensé)
Ser así es muy molesto hasta para ella misma... porque siempre recibía enojos de todo el mundo.
 ¿Y si esa persona tiene el altruísmo más grande del universo y a través de ese rol hiper-ultra-súper molesto ayuda a los demás a recordar la luz escondida que tienen, y que podrían encender gracias a la tolerancia, la paciencia y el amor incondicional...?

Y en esos treinta y siete minutos en los que me dormí y soñé, me di cuenta de otra cosa: Esperar que el sol, desde afuera, pueda ayudarme, sólo serviría para olvidar mi poder transformador.

Seguía dormida, pensando...

Dos cosas, entonces, debía aprender esta vez:
1) Valorar y ejercer el poder transformador (de mi propio interior y, a su vez, de la realidad que podía crear)
2) Despertar mi amor incondicional.
Y ambos estaban relacionados con esas piedras enormes (y con esa persona que, por amor, había elegido ¨ser tan molesta¨ como las piedras...)

Y, como siempre pasa en estos casos, cuando me desperté, no había ni una piedra en mi camino.
Y el sol radiante, sin haberlo llamado más para que me ayude, se hizo presente y brillaba más que nunca...







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